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Mexicanos.
Categoría general: Gentilicio.

Las referencias a los mexicanos se encuentran básicamente en la tercera parte de la Relación, particularmente en los relatos de la conquista española. Con este término se designa a miembros del imperio mexica o, quizás de manera más específica, a los habitantes de México-Tenochtitlan.

En el momento de la conquista española los mexicanos eran los principales enemigos de los tarascos con quienes sostenían continuos enfrentamientos militares. La rivalidad entre ambos reinos, que se remontaba a los tiempos de Zizispandaquare por lo menos, tuvo repercusiones importantes durante la conquista española. De acuerdo con el relato de don Pedro Cuyniarangari, Zuangua recibió la visita de diez mensajeros mexicanos, envíados por Moctezuma para solicitar la ayuda de los tarascos en la guerra que libraban con los españoles. Según los mensajeros, los mexicanos habrían podido derrotar a los españoles si éstos no contaran con la ayuda de los tlaxcaltecas y de los tezcocanos, con quienes los mexicanos también tenían "rencores", pero consideraban que con la ayuda de los ejércitos tarascos, al mando de los hijos de Zuangua, podrían derrotarlos. Zuangua no dio una respuesta definitiva; argumentó que sus hijos estaban conquistando por otro lado pero que, mientras regresaban, irían sus intérpretes a México para ver cómo estaba la situación. Cuando se marcharon los mensajeros, Zuangua deliberó con sus consejeros qué es lo que convenía hacer. Él pensaba que podía tratarse de una trampa de los mexicanos, los cuales acostumbraban mentir, que quizás no habían podido conquistar otros pueblos y, en venganza, querían matar a los tarascos a traición. Sin embargo, antes de que regresaran los intérpretes con noticias, tres otomíes que iban huyendo de México fueron capturados en Taximaroa y confirmaron que Tenochtitlan estaba destruida y que los mexicanos, desesperados, estaban buscando la ayuda de otros señores. Poco después los intérpretes que Zuangua había enviado a México regresaron a Michoacán y contaron cómo había sido destruida la capital mexicana, que habían visto los ejércitos españoles y cómo Moctezuma había vuelto a pedir su ayuda. El cazonci, nuevamente desconfiando de los mexicanos, decidió no ayudarlos. Pensó que los mexicanos habían sido conquistados porque vivían mal y honraban a sus dioses sólo con cantares, en lugar de llevar leña a los templos. Él, en cambio, pediría a su gente que se esforzara en llevar leña a los templos para evitar la ira de los dioses.

Poco después Zuangua murió de viruela y todavía se guardaba luto cuando llegó a Michoacán otra embajada de mexicanos a solicitar su ayuda. Su hijo Zinzicha, que todavía no había sido electo cazonci, no supo qué hacer y mandó sacrificar a los mexicanos para que le llevaran el mensaje a su padre. Éstos aparentemente aceptaron con resignación su destino.

Más tarde, al igual que los tlaxcaltecas y tezcocanos habían ayudado a los españoles en la conquista de México, los mexicanos colaboraron con los españoles en la conquista de Michoacán. Cristóbal de Olid llegó a Taximaroa acompañado por muchos mexicanos quienes, por lo visto, ya eran gente de confianza para los españoles pues Olid pidió a cinco mexicanos y a cinco otomíes que acompañaran a don Pedro Cuyniarangari a Tzintzuntzan, quizás con la encomienda de verificar que no había gente de guerra en el camino. Don Pedro se separó de sus acompañantes para deshacer las concentraciones de guerreros que esperaban a los conquistadores y luego siguió su camino a la capital. Un poco después llegaron allí diez mexicanos (o quizás eran los mismos cinco mexicanos y los cinco otomíes que había dejado don Pedro en el camino), posiblemente para averiguar si el cazonci saldría a recibir a Olid en Quangaçeo como éste le había mandado decir con don Pedro. Al enterarse de que Zinzicha se había ahogado en el lago (lo cual era falso), regresaron a avisarle a Olid y entonces éste prosiguió su camino hacia la capital. En cierta forma, el trato que los españoles les daban a los mexicanos contribuyó a que los tarascos se entregaran sin oponer resistencia. Por ejemplo, cuando don Pedro discutía con Timas tratando de evitar que Zinzicha se ahogara en el lago, como prueba de que los españoles iban en son de paz argumentó que los señores mexicanos todavía estaban ataviados con sus insignias de señor y que, por lo tanto, no los habían hecho esclavos. También Xanaqua, el intérprete que llevaba Olid, convenció a don Pedro de que los españoles eran muy "liberales" y que no les harían daño, aunque también le sugirió que, como habían hecho los mexicanos, escondieran el oro, la plata y otros bienes para que no se los quitaran los españoles.

El autor de la Relación parece haber tenido conocimiento de algunas de las costumbres de México que no compartían los tarascos porque en algún momento explica que Hiuacha, el señor de Tariaran, usaba un calendario similar al de los mexicanos: "Acostumbran los mexicanos contar sus meses e días por unas figuras que tenían pintadas en unos papeles, una caña y agua y una mona y una navaja. Así hay veinte figuras, un perro y un venado, etcétera. Y contando por allí los días, tomaban sus agüeros para pelear y para ver el nascimiento de cada uno. Y esta cuenta paresce que la tenía este señor Hiuacha y no los chichimecas y por eso dice que contarán el día de la caña y del agua, etcétera" (f. 127).